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Latinos en Estados Unidos: estamos todos asustados, la migra no perdona a nadie
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Abogado especialista en migración precisa que las autoridades no se están respetando las medidas de protección que tienen algunas de las personas que han sido deportadas.
“Aquí todos estamos asustados, porque la migra no perdona a nadie. Están llegando puerta a puerta buscando y contando a quiénes viven en esa casa. Revisando el estatus”. Esto cuenta Carlos*. Él es guatemalteco, tiene 29 años y vive en Florida desde hace 8 años.
Carlos hace lo que él llama “trabajo duro”. Desde hace dos años, labora en el área de la construcción, a pesar de no contar con ningún documento que lo regularice en los Estados Unidos. “Yo estaba tranquilo, hasta que empezaron las deportaciones. Con mi trabajo yo ayudo a mi madre, a quien le envío remesas semanales. Desde la semana pasada vivo con miedo”, contó.
Este guatemalteco ha puesto pausa a su vida social e incluso laboral. Pidió tres semanas de permiso no remunerado a la empresa para la cual trabaja, esperando que la situación con los Agentes de Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, en sus siglas en inglés)
“Estos agentes han convertido nuestro día a día en una especie de casería, y nuestra tranquilidad se quebró”. Este joven migrante no ha vuelto a dormir en paz, desde que comenzaron las redadas antimigrantes que está implementando el gobierno de Donald Trump, tras adoptar las medidas prometidas en su campaña política, las cuales apuntan a cometer la deportación más grande en la historia de EE.UU.
A 2.176 kilómetros de Carlos vive Angélica. En Misuri esta mujer venezolana, de 40 años, madre de dos niños tiene un panorama similar al de él. Ella relata que no tiene paz, desde la semana pasada, porque a pesar de que ingresó, hace 6 años, a los Estados Unidos con petición de asilo político, aún no cuenta con un estatus regular.
En el condado donde ella se residenció es pequeño, pero cuenta que igual siente miedo de ser víctima de estas deportaciones.
“Mi esposo está en crisis y la gente venezolana y de otras nacionalidades en el pueblo no quiere salir a los centros comerciales, al gimnasio, a la iglesia, incluso, tienen pavor de enviar a los niños al colegio. Así no se puede vivir”, contó.
Angélica le tocó tomar medidas en el seno familiar, como por ejemplo no salir a comprar los alimentos y demás en las tiendas de manera presencial, sino pedir lo que necesitan a través de envío con domiciliario. “Prefiero hacerlo así y tomar las precauciones que sean necesarias, nosotros no podemos devolvernos a Venezuela. Allá fuimos amenazados por los grupos chavistas o los que llaman colectivos. De regresar corremos riesgos, nuestras vidas corren riesgo”, relata.
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