La cruzada por cuatro venezolanos enviados a la cárcel de El Salvador

Entre ellos 4 hay un colombo-venezolano

Por: Keila Vílchez B.

La vida de 238 seres humanos yace detrás de los barrotes fríos del conocido Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), en El Salvador. 

Todos tienen tres cosas en común: son venezolanos, están tatuados y querían rehacer sus vidas en los Estados Unidos.

La estigmatización de sus tatuajes los relacionó, sin pruebas, con el grupo criminal venezolano Tren de Aragua, catalogado por el gobierno de Donald Trump como  organización terrorista. 

El presidente estadounidense invocó la Ley de 1798, usada por última vez durante la Segunda Guerra Mundial, para justificar las deportaciones masivas. 

Estos 238 hombres desde el sábado 15 de marzo llegaron en tres vuelos procedentes de Texas a El Salvador acusados de pertenecer al Tren de Aragua. Han pasado 15 días, desde esa fecha, y hoy sus familias viven la peor pesadilla de sus vidas, tal como la han catalogado.

No saben nada de ellos, desde ese día en la mañana, perdieron todo tipo de comunicación con sus seres queridos.

El Gobierno venezolano calificó la acción como un secuestro presentó un recurso de habeas corpus ante la Corte Suprema del país centroamericano para conseguir la liberación de este grupo. Igualmente, la organización Unión Americana de Libertades Civiles (Aclu) está acompañando legalmente a estas familias para representarlas ante el Gobierno de los EE. UU. y defender los derechos de los deportados.

Hoy los núcleos familiares de estos venezolanos alzan su voz para exigir el respeto al libre proceso y para pedir el respeto de los derechos humanos de sus seres queridos.

Deisy Aldana, Elizabeth Mora, Jhoanna Sanguino y Orianny Vásquez, en representación de todas las familias afectadas fueron entrevistadas, y ellas cuentan cómo han vivido esta cruzada con sus seres queridos, 15 días después de la deportación a El Salvador.

Andrés Guillermo Morales Rolón tiene 26 años y es colombo-venezolano. Fue detenido el 5 de febrero, a las 5:00 de la mañana, cuando funcionarios de ICE lo sacaron de su apartamento delante de su esposa, Deisy Aldana, colombiana. 

Ese día, los efectivos de migración hicieron una redada en Denver, Colorado, donde llegó Andrés, en 2022. Cuenta Deisy que ese día comenzó su cruzada.  

Este colombo-venezolano contaba ya con su permiso de trabajo; sin embargo, relata su esposa que “el día que llegó ICE al apartamento, a pesar de mostrarle los documentos les valió nada, porque se los tiraron al piso, lo esposaron y se lo llevaron con su papá, un señor de la tercera edad”.  

Tres días después de los sucedido Deicy se enteró que Andrés estaba recluido en un centro de detención en Colorado. 
Luego de 15 días de la detención, compareció ante un juez y le solicitó su salida voluntaria, pero la corte le dijo que legalmente sería una expulsión.

“Él le dijo que lo único que quería era devolverse. Le llegó su orden de deportación y se enviaron los papeles al consulado de Colombia en San Francisco. Yo misma hablé con los representantes del consulado y 15 días después ya tenían conocimiento del caso, pero estaban esperando la valoración de las huellas. Ya estaba listo todo, le mandaron el número de pasaporte y le manifestaron que en unos días lo regresarían”. 

Sin embargo, desde Colorado lo trasladan a un centro de reclusión en Texas, y estando en este espacio le hicieron firmar una orden de salida. 

Deicy cuenta que pudo conversar con él, por medio de unas tablet que le proporcionan a los reclusos en estos espacios, pero ya desde el viernes 14 no supo más de él. “Me metí en la aplicación y me salía que había sido liberado y en la página de ICE no aparecía nada de él.  Andrés Guillermo ya no estaba en los Estados Unidos”.

Cuenta que en el tiempo que él estuvo en los EE.UU. trabajó en dos empresas y que no posee antecedentes penales. “Lo enviaron para allá por sus tatuajes”. 

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